La vuelta de entrada
Vuelvo a entrar al bar. Estoy sola. Miro para abajo y no hay nada. Solo mis pies.
Miro para arriba: un ventilador que no se mueve y está oxidado.
No estabas. No había nadie, salvo el dueño del bar barriendo con una escoba de madera y paja.
No llegaste.
Nunca llegaste.
No me apena no hablar más con vos. Me apena que hayamos vuelto a ser dos extraños, pero mucho no….. siempre odié todos tus prejuicios.
Y tus orejas.