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Publicado: 2013-07-03


Entró, me saludó y me preguntó cómo estaba ese día. Se sentó a mi lado y me sonrió, mientras me contaba que jamás se hubiera imaginado que yo tenía un corazón de plástico. Según su experiencia, somos varios los que pasamos por ese trance y eso nos hace especiales.

No pude dejar de mirarlo, aunque secretamente quise bajar la vista.

El corazón de plástico no podía parar de latir a un paso acelerado. Tampoco podía dejar de hacer ruido, que casi nos ensordecía.

En ese instante, me miró fijo.

No hizo falta que le diga nada: entendió que lo sucedía y sonrió, pero sin mostrarme los dientes.

No sé cómo, pero – como pasa cuando sucede- me dio un beso y le correspondí.

Era dulce y fue como si… como si ya nos hubiésemos besado con anterioridad. Sólo que esta era la primera vez.


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También esa sos vos

Cada tanto viene bien mandar todo a la mierda...