Chez
Bailamos tanto esa noche con el Hombre Árbol y con Iannin. ¡No saben! Lo más gracioso es que nos encontramos con Zali y nos contó que pasaban música de Benin en un bar cerca y ni lerdos ni perezosos, Iannin y yo en monopatín y el Hombre Arbol a pie, nos fuimos al bar.
Bailamos sin parar y Zali me confesó que gustaba de mí. El siempre fue mi amigo, y me sorprendió que me dijera que mi sonrisa iluminaba su día, aún en ese instante.
Sonreí y me sonrojé, lo abracé y creo que me equivoqué al hacerlo, puesto que en ese instante, me robó un beso que no pude detener.
Me quedé helada y no le correspondí.
No siempre una se da cuenta cuando esas cosas pasan.